jueves, 31 de marzo de 2011

NINIS



¿Son los "ninis" producto de las madres que trabaja?
De acuerdo a la oficina de Gobierno del Distrito Federal, en México hay más de 7 millones de jóvenes que no tienen algún oficio y mucho menos estudian. Una de las posibles causas que podrían influenciar el comportamiento de estas personas, cuyas edades fluctúan entre los 14 y los 25 años, es que sus madres ahora pertenecen a la clase activa laboral.
Según el INEGI (Instituto Nacional de Estadística y Geografía), en México, uno de cada cuatro hogares tiene como jefe de familia a una mujer, lo que nos lleva a concluir que si la madre tiene que salir a trabajar, es poco probable que el o los hijos tengan la educación óptima en su casa.

El sistema económico mexicano

Las madres mexicanas se enfrentan a la disyuntiva entre atender a sus hijos o salir a buscar el sustento. Obviamente aquí vemos involucrados otros intereses no menos importantes de señalar, por ejemplo: el aspecto económico.
Cuando las madres trabajan, se les presenta el problema de dónde dejar a sus hijos menores, como la mayoría no tiene la solvencia económica suficiente, se ven en la necesidad de dejarlos solos, con familiares o en alguna institución pública, como una guardería.

Los niños solos sufren las consecuencias

La forma más fácil es dejarlos solos en su propia casa, sin el cuidado de alguna persona mayor; en consecuencia, debido a que no tienen vigilancia, los infantes “se cuidan solos” y hacen lo que les plazca: andan en la calle, vagando, expuestos a que personas de pocos o nulos escrúpulos los sometan a sus intereses malsanos.
El problema es grave, está claro que si los jóvenes “ninis” se la pasan de flojos en su casa; o peor aún, vagando por las calles, es por alguna causa que por lo menos ya se tiene identificada, que es la falta de atención que presentaron durante su etapa de niñez; o bien, por haber estado demasiado consentidos. Pero ambas causas son originadas al parecer, por vivir situaciones disfuncionales en sus hogares al estar ausente la figura materna.

Sin un futuro claro

Habría que formularse cuestionamientos para determinar la situación que prevalecería en la vida de los jóvenes “ninis” en un futuro en caso de continuar con su vida sedentaria y sin beneficios. De seguir así, no tendrían una carrera universitaria, un trabajo que les diera un respaldo y mucho menos una familia propia funcional.
Peor aún, cuando un joven “nini” decide casarse, opta por llevar a su cónyuge a vivir con él y sus padres, quienes no pueden negarse por la gran culpa que siente la mamá que trabaja por no haber atendido a su “ninis” como debió haber sido debido a sus compromisos laborales.

Sin oficio ni beneficio

¿Es esto una cadenita indestructible? ¿Estamos condenados a subsidiar personas sin oficio ni beneficio sólo porque es una generación desatendida por las madres que trabajan? Los anteriores son cuestionamientos que están en el aire aunque son realidades basadas en estadísticas recientes que no deben pasarse por alto. México es un país con gran parte de sus habitantes en edad potencialmente activa que puede apoyar la economía nacional a base de su trabajo encaminado a resultados fructíferos pero para esto el problema debe tratarse como tal y no pensar que es normal que un joven no trabaje ni estudie.
Por otra parte, ¿qué hacer ante el problema de las madres que necesitan trabajar para contribuir al sustento o encabezar una familia en el ámbito económico? Este problema es como dicen “harina del mismo costal”, es decir, ambos pertenecen a lo mismo y van juntos. Si no se soluciona uno, otro no se resolverá.

Grave problema

Intervienen muchos factores como la sobrepoblación, la falta de educación, la falta de información oportuna, etc., todo lo anterior se conjunta y conlleva a mostrar repercusiones negativas como ésta de los jóvenes “ninis” que perjudican el país ya que representan un sector de la sociedad que podría estar contribuyendo al repunte económico y social de una nación como México; sin embargo, no lo hacen.

                                                                                  Por: Maria de Lourdes Muñiz Mercado



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