jueves, 9 de junio de 2011

La pobreza de un corazón.


¿Cuándo podemos decir que somos ricos? Una vez me pregunté eso, pues no entendía sobre la absurda clasificación de acuerdo a un nivel económico que la misma sociedad nos impone. ¿Acaso es necesario acumular la mayor cantidad de dinero, piedras preciosas, oro, plata, etc, para así contarnos entre los de clase alta?
Esa pregunta la dejo al aire y que cada quién la responda de acuerdo a su punto de vista, pues no estoy  aquí para imponer mis ideas, ni convencer al otro en lo que yo creo, pues prefiero que sea uno mismo quien ejerza su juicio de valor.
Ahora bien, he decidido plasmar mi punto de vista, ¡sí! El de Ruth Nohemí.
El hombre trabaja arduamente para alcanzar sus objetivos, se dice que el trabajo es una bendición y ¡qué razón tuvo quien mencionó esas palabras! Pues el laborar no sólo nos hace sentirnos útiles y productivos, sino que provee del recurso económico necesario para satisfacer nuestras necesidades  y mejorar nuestra calidad de vida.
“Todo marcha viento en popa”, un equilibrio dirige nuestra vida, sin embargo la parte mala de la historia hace acto de aparición y entonces se presenta un enemigo, tal vez el más peligroso de todos, que nos encierra en sus atractivos brazos, confundiéndonos por completo y logrando desviarnos de nuestro camino.
Ese enemigo de quien les hablo es la avaricia. Cuando amamos el dinero más que todo, entonces nos convertimos en avaros y sin darnos cuenta comenzamos a vivir en una completa confusión y caemos en contradicción irónica.
Miramos nuestra cartera y el dinero nunca falta, trabajamos duro para que nuestra pequeña mina se convierta en mediana y al final podamos referirnos a ella como una grande. Pero en realidad estamos en quiebra y la tendencia a llegar a banca rota se aproxima a pasos agigantados. Comenzamos a empobrecer y no específicamente en el sentido monetario, sino en amor.
Miramos a nuestro alrededor y nos divisamos completamente solos, nadie está a nuestro lado, porque quienes así lo hacían recibieron un trato incorrecto y como consecuencia decidieron alejarse. Los que sí están presentes lo hacen porque seguramente perciben un salario y en ellos existe un interés de por medio.
Nadie está por lo que somos, sino por lo que tenemos. Qué tristeza tan profunda, qué vacío interminable existe en nuestra alma. ¿hacia dónde dirigirse?¿con quién compartir nuestras experiencias? ¿cómo llegamos a este punto en el que tenemos todo y nada a la vez?
La pobreza no sólo es económica, a final de cuentas esa se puede recuperar, sin embargo la pobreza de un corazón debilita lentamente la fuerza interior afectando nuestra propia integridad.
El verdadero tesoro, no es aquél que podemos tocar, es aquel que sentimos, la riqueza no está en esta tierra, pero es aquí en donde trabajamos para obtenerla, pues se almacena en otro lugar.
La realidad es que nada material se quedará con nosotros, sólo nuestra esencia es la que permanece, nuestros sentimientos, nuestro carácter, nuestro amor.
Preocupémonos entonces, por acumular las piedras preciosas de vida, de respeto, de perdón, de amor sincero, de paz y poco a poco nuestra fortuna se incrementará, nuestros ojos serán abiertos y entonces seremos ricos, “donde ni el moho ni el orín corrompen”
No te detengas en cosas vanas, lucha por lo que es eterno, prepárate en conocimiento y en sabiduría, porque el grado que un hombre le lleve de sabiduría a otro en esta vida, será el mismo que le llevará en toda una eternidad. 

 
Ruth Nohemí Parada Rodríguez

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